Volvamos al movimiento, al contacto con la naturaleza y a los vínculos sociales. Somos la consecuencia de lo que aprendemos desde nuestro hacer.
Hoy vivimos en el marco de un nuevo paradigma. Es importante entender de dónde venimos, para seguirnos adaptando y evolucionando.
Volver a esa hoja de ruta desde cuando fuimos creados, en donde la alimentación, el movimiento y el vínculo social eran lo esencial. Revalorizar su papel, concientizando a la persona sobre aquellos hábitos saludables que nos conduzcan a la reflexión de algunos interrogantes… ¿Cómo estoy hoy?, ¿Cómo quiero estar?, ¿Cuál es mi compromiso con mi salud?, ¿Qué estoy haciendo?, ¿Qué no estoy haciendo? Cumplen un papel preventivo fundamental ante las amenazas del estrés y de las enfermedades no transmisibles (hipertensión, diabetes, síndrome metabólico, etc.).
Los errores con el cuerpo nunca son gratis. La alimentación como todas las actividades que desarrollamos a diario los seres humanos, influyen en todos los aspectos de nuestras vidas: emociones, estados de ánimo, conductas, rendimientos, y por supuesto en la manera en que nos relacionamos y el ejercicio, como medio o gatillo para una activación sistémica capaz de comprometer a toda la estructura (biopsicoemocional). Siendo conscientes o no, esto sucede y depende de nosotros colaborar con nuestro “bien estar” o deteriorarlo, asumiendo la responsabilidad cada uno de sus elecciones y la consecuencia de ellas en la vida propia y en la de los demás.
¿Por qué se da la falta de ejercicio?
La falta de ejercicio se caracteriza por aquella situación en la que el esfuerzo y algunas funciones vinculadas al movimiento diario, se encuentran por debajo del umbral del estímulo necesario para el funcionamiento óptimo de nuestro cuerpo y organismo. Es decir nuestro sistema muscular no tiene el estímulo necesario para nuestro buen rendimiento a diario.
En relación a esto, la falta de ejercicio es un fenómeno característico de las sociedades modernas, industrializadas a causa de la constante innovación y tecnificación de nuestro entorno lo que produce mayores commodities y con ello la disminución del ejercicio físico. En la historia de la humanidad, este cambio de hábitos de movimiento es único. El ser humano, cuyo organismo estaba adaptado por completo al movimiento, degenera, convirtiéndose en una persona crónicamente “sentada” que realiza su trabajo principalmente con la “cabeza”.
En la edad de piedra el cazador y recolector recorría unos 40 km diarios. El hombre actual no llega a 5 km en muchos casos y con ello la energía liberada para realizar un esfuerzo muscular se redujo drásticamente.
Nuestro mundo moderno ha colocado al hombre frente a un entorno totalmente modificado y con ello al menor gasto energético para las tareas a diario. Hoy el hombre ya no tiene que correr, existen automóviles y ascensores. Ya no tiene que cortar leña, ya que la calefacción central en muchos casos calienta su hogar. Incluso en su tiempo libre ya dominan y prevalecen actividades sedentarias en encierro sin contacto con el entorno natural.
Desde el punto de vista sanitario, la falta de ejercicio es el principal marcador de riesgo para la salud y del que allí devienen múltiples alteraciones y enfermedades. Y desde el punto de vista económico, estamos ante la generación de mayor consumo de fármacos y medicamentos. A medida que aumenta la edad, la aptitud física sufre algún deterioro propio en consecuencia, llevando en muchas ocasiones a la perdida de funciones corporales y con ello de independencia para las tareas de la vida cotidiana (desplazarse, vestirse comer, etc.) por lo que a mi criterio ya debería ser una prescripción necesaria en todos los profesionales de la salud la realización de ejercicio físico adaptado en adultos mayores con fines preventivos, como de disminuir riesgos de caídas y con ello fracturas en edades avanzadas y de promover una independencia con lucidez y autonomía para la vida a diario.
¿Cómo se manifiesta la falta de ejercicio?
Hay una relación determinante en la realización de ejercicio con la forma y función orgánica. Si se produce una alteración en las funciones o en la actividad, el organismo y los distintos órganos se adaptan a estas modificaciones: ausencia o deficiencia de los esfuerzos o estímulos mínimos hacen que se degeneren y una pérdida de función de un órgano tendrá consecuencias en todo el organismo.
¿Cómo se pueden evitar las consecuencias por falta de ejercicio?
Desde el ejercicio, recomiendo algunos tips:
-Trasladarse más caminando o en bici a diario, usar escaleras y evitar ascensores.
-Que en tu agenda no falte un momento de 40min a 1hs a diario para alguna actividad física que te agrade, caminar, bailar, correr, andar en bici, nadar, etc.
-Ponerse en manos de un profesional del ejercicio y entrenamiento, él sabrá cómo guiar y acompañarte en tu proceso.
-Soltar las expectativas y prejuicios, es decir, comenzá y dejá que el proceso marque el camino de acuerdo a tus intereses y posibilidades.
¿Cómo logro los resultados? Con constancia y disciplina.
Es hora de mirar la globalidad, más allá de la falta de movimiento, la función afectará al órgano no solo en carencia de ejercicio sino la falta o malos hábitos a los que estamos expuestos hoy descansando menos de lo necesario, excesivo estrés y vida en modo automático, alimentación inadecuada con poco aporte nutricional, etc.
Comprender que somos seres abiertos al diseño, no nos transformamos mediante nuestras explicaciones sino a través de nuestras accione. Somos la consecuencia de lo que aprendemos desde nuestro hacer. Entonces, volver a esa hoja de ruta que nos dieron cuando fuimos creados, en donde el movimiento, la alimentación, el contacto con la naturaleza y los vínculos sociales eran lo esencial.
¿Qué vas a empezar a hacer entonces?…
*Juan Cruz Esparza. Profesor de Educación Física