La demanda dicta la oferta…
Desde chicos nos enseñan que estamos hechos de agua en más de un 70% de nuestra composición corporal, y esto es la pura verdad.
Porque todas las reacciones bioquímicas requieren de agua como catalizador.
No se transforma la energía de los alimentos sin agua, no se construyen proteínas sin agua, no se degrada la grasa para darnos combustible sin agua. Y lo mismo, no se eliminan los detritus (llámese deshechos o células senescentes potencialmente cancerígenas) sin agua…
Así de importante es en nuestra biología la hidratación.
Y resulta que el frío es un inhibidor en el centro cerebral de la sed. Porque en invierno nos movemos menos, transpiramos menos, perspiramos menos; pero eso no quita que debemos hidratarnos igual.
¿Cómo podemos ayudarnos a consumir agua en invierno?
Además de agua pura, en días de frío podemos incorporar más las infusiones calientes, caldos caseros con sal marina, fruta y verdura.
¿Cómo sabemos si el agua que tomamos es suficiente?
La mejor manera de controlar tu grado de hidratación es con la cantidad y calidad de la orina. La orina debe ser clara, casi transparente, y abundante. No nos damos cuenta, en el trajín de la jornada que nos olvidamos de hidratarnos. Pero si tu orina es amarillo oscuro o poca cantidad; simple: ¡falta agua!
Además puedes verlo en tu piel seca, cabello y uñas quebradizas, ojos hundidos, boca seca y pastosa. La deshidratación más profunda puede generar fatiga, falta de aire, palpitaciones, mala digestión, estreñimiento, cefalea, somnolencia. Pero no hace falta llegar a eso.
Por último no olvides que la hidratación consiste en AGUA + minerales! Y clave: sin azúcar. Nada de bebidas saborizadas comerciales.
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