¿Qué ingerimos cuando consumimos productos industrializados?

Leer las etiquetas en los alimentos procesados y ultraprocesados nos ayuda a conocer qué sirve y qué no para estar más sanos.

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¿Cuántas veces elegimos alimentos por su marca o por el diseño de sus etiquetas o envoltorios?

En nuestro ajetreado día ir al súper es una tarea maratónica más y ni se nos ocurre pensar que la industria alimentaría está directamente dirigida a nuestro subconsciente; donde colores, olores, sonidos, texturas, hiper palatabilidad y precios juegan el rol principal de los productos, nunca alimentos que ingerimos.
La ingeniería del mercado en conjuro con la ingeniería alimentaria revuelven la olla de pócimas mágicas, lo que nuestro subconsciente y ello quieren: comer con placer adictivo.
El 90% de lo que hay en los supermercados es comida industrial, es decir, son productos procesados y ultraprocesados. Un alimento es un buen procesado y por tanto aceptable para la salud, cuando está elaborado a partir de un proceso mínimo desde las materias primas.

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Ejemplos de buenos procesados pueden ser, el aceite de oliva virgen, aceite de coco neutro, mantequilla de maní sin agregados, etc. En cambio, un alimento ultra-procesado es aquel dañino para tu salud, en el que en sus ingredientes encontrás azúcar en cualquiera de sus formas, grasas trans, multitud de conservantes, colorantes y aditivos. Y si esto no fuera así, ¿cómo es posible que frutas, verduras, cereales, carnes y envasados en general lleguen y permanezcan en las góndolas del supermercado días, semanas y/o meses intactos, brillantes y sabrosos? ¿Qué termina ocurriendo? Que no tenemos la más mínima idea de lo que estamos comiendo. Y en general, estamos comiendo variables más baratas al azúcar, de peor calidad maltodextrina, sucralosa, aspartame, jarabe de maíz de fructosa, entre otros y en cantidades que se consideran excesivas, mezclas que contienen exceso de sodio, escondido en un difundido adictivo GMO realzadores del sabor, glutamato monosódico u otros.


Un conglomerado de productos químicos usados para equilibrar su propio efecto como emulsionantes, estabilizantes de acidez, conservantes, colorantes, etc. Esto quiere decir que estos ingredientes y los aditivos, el azúcar, las grasas trans y el sodio, se incorporan bajo diferentes nombres, por lo que rastrearlos parece un trabajo de expertos.

Por supuesto, que consumir este tipo de productos tiene sus consecuencias, todo ingresa por la boca. Generando desde la alteración de la microbiota gastro-intestinal, el intestino permeable hasta llegar a lo más profundo y valioso de nuestra economía: el sistema inmuno-endocrino-humoral. Y desde allí dirigen y orquestan nuestra salud: energía, sueño, estado de ánimo, emociones, elección por la comida, sedentarismo/actividad, alerta mental. Toman el poder de nuestras decisiones.

¡Suena extremista, pero es real! Lo vemos reflejado en sobrepeso, enfermedades crónicas, cáncer, diabetes, hipertensión, depresión- entre otras, que se han tornado moneda corriente. Hoy lo natural es poseer una de estas enfermedades, siendo lo extraordinario estar sano. Increíble, ¿no?

¿Cuáles son esos nombres encubiertos de los que estamos hablando?

Los ingredientes que aparecen en el paquete es lo primero que debes mirar, están ordenados de mayor a menor cantidad. El azúcar está escondido detrás de muchos nombres: jarabe de maíz, dextrosa, maltosa, glucosa, sacarosa, fructosa, miel de caña, lactosa (“azúcar de la leche”), etc. Además, hay que estar muy atentos a que cuando leemos entre los ingredientes: “grasa vegetal hidrogenada”, “grasa de palma”, o incluso “grasa vegetal” quiere decir grasas trans, y estas son muy peligrosas para la salud.
Como si no fuera demasiado ya, después de todos estos productos ya nombrados se les suman cantidades de colorantes, conservantes, antioxidantes, espesantes, reguladores de la acidez, potenciadores de sabor y una extensa lista que sigue y sigue.
Comprender lo que nos dice la etiqueta de un alimento procesado y sus ingredientes nos permite conocer lo que estamos incorporando a nuestro organismo.
Obviamente que saber provoca la necesidad de cambiar, y cambiar cuesta mucho; pero ¿estás seguro que permanecer de la misma manera no te cuesta nada?, por esto mismo aprender a leer las etiquetas de los productos y saber qué contiene cada uno de ellos se ha convertido en una necesidad y es nuestro derecho.


Evitemos los procesados y ultra-procesados. Recordá que tus células no leen sustitutos, leen comida real. Volvamos entonces al origen, a la comida real, no envasada, libre de agroquímicos y conservantes.

Te proponemos 4 básicos no envasados: frutas, verduras, carnes y huevos. Y tu bebida ideal: ¡agua!.

Si querés aprender más sobre estos temas, mejorar tus hábitos y cambiar tu alimentación, súmate a nuestros programas de Simple & Real y te acompañaremos en el proceso, ayudándote a mejorar tu calidad de vida.